lunes, 24 de diciembre de 2012

· Natividad

El recién nacido, 1645-1648 - George de la Tour
Más allá del aturdimiento provocado por la estimulación insistente a consumir, con el imperativo añadido de la crisis y la situación económica; el compromiso de festejar y departir como una obligación social para con tu entorno; el vértigo temporal que produce la anticipación tempranísima de las señales del marketing ramplón y hortera; las sobrecargas en el trabajo por tener que hacer las tareas de tus compañeros despedidos y suplir con más estrés su ausencia; el impostado y falso congraciamiento de tus jefes para estar a "tono"... todo se desliza de manera vertiginosa hasta llegar a éste día y éste momento y me planteo, como tantas otras Nochebuenas, qué misterio envuelve realmente a ésta Noche.

Hay algo más allá de toda esa ostentosa iluminación (en Málaga y Bormujos, al menos, han tirado la casa por la ventana),  las vacuas, impersonales y horrendas felicitaciones digitales con que nos empezarán a acribillar de un momento a otro, la empalagosa cursileria con que se quiere desvirtuar el más sencillo y trascendente significado, los manteles llenos de exquisiteces que no acaban de degustarse porque no da tiempo a saborearlas con tranquilidad, ¡Tan atacados llegamos a la mesa!.
 Para ahondar en éste prodigio sólo se puede hacer desde la humildad. Basta sólo con una oración de esperanza, con el canto puro de un niño, con el calor de una vela que el viento zarandea en una noche estrellada y de fría pureza.

Os deseamos una serena, contemplativa y esperanzada noche.


· Giovanni Battista Pergolesi: Stabat Mater; Salve Regina
· Alessandro Scarlatti: Salve Regina
  Conductor  Charles Dutoit
   Ejecutante  June Anderson [Soprano Vocal] 
Cecilia Bartoli
   Género  Barroco
   Conjunto  Sinfonietta de Montreal
   Período  Barroco
   Lugar  St. Eustache, Montreal, Canadá
   Fecha de grabación  10/1991

1 comentarios:

Locuaz dijo...

Siempre he pensado que lo más precioso que tiene la religión cristiana es su arranque desde lo más humilde. Todo lo demás es un artificio de la soberbia del hombre. Por eso siempre hay que volver al origen: para encontrar la pureza que está en las criaturas más sencillas y, por tanto, limpias de corazón.

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